Estamos a la altura del kilómetro 1147 de la Panamericana Norte, en zona militar. Pero también en un paraje estupendo, tranquilo, y cuyo poblado tiene un aire casi fantasmal. Atisbar por las casitas de madera construidas sobre altos pilares, observar el sol colarse por los retazos de vitrales existentes en la abandonada iglesia, es sumergirse por un rato en las épocas de esplendor de Lobitos, impregnadas del olor del petróleo.
Tenemos un gran trecho para recorrer en el litoral lobiteño, siempre y cuando no haya “altos mandos” presentes en la base, que cortan alas a cualquier intento de exploración en áreas restringidas como el de “Piscina”. Aquel día fue uno de esos: hubo que resignarse a contemplar de lejos esa zona de la playa, con sus formaciones rocosas curiosas y que se adivinaban como el punto más atractivo de Lobitos, tal vez por la barrera de lo prohibido.
Pero basta de quejas. La parte restante, bastante amplia, nada tiene de despreciable. Al contrario. Amplias orillas para caminar, respirar, reflexionar, deshojar margaritas, hacer balance de los “primeros cien días” del 2007, o simplemente andar, con la mente en blanco, sintiendo la fuerza de la tierra.
Al otro extremo de las instalaciones militares, las rocosidades también suaves, forman cómodos tableros para sentarse a contemplar las transparencias del mar. Un poco más adentro si se tornan erizadas, como lanzas siempre dispuestas a marcarles en la piel cada maniobra errada a los tablistas que pululan en el lugar. Lobitos es un buen “point” según los expertos, con una calidad comparable a la de Cabo Blanco, aunque con diferentes características.
Cercanas a Lobitos encontraremos también Las Tres Cruces, Malacas, Amarillos. Un sin fin de playas que componen juntas una porción de costa talareña. Todas uniformizadas por aguas y arenas limpias, apenas separadas por paredes de piedra o salientes de la tierra. Desde casi cualquiera de ellas podemos avizorar otro de los emblemas de la provincia. Si en el suelo son los “lukis” en el océano son las plataformas petroleras. Grandes moles de hierros enclavadas en el mar, silenciosas, invadidas por incontables aves y ociosos lobos de mar.
Fuente: http://claudialu.blogspot.com/2007/08/talara-al-encuentro-de-los-cuatro.html
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