El Club Liberal ubicado en Jr. Jorge Chavez 161, Paita, es una verdadera joya de la arquitectura porteña. En ella se cuentra que Julio Ramón Ribeyro recorriendo sus balcones se inspiró para su relato “Una medalla para Virginia”. En la guerra del Pacifico, los chilenos se apoderaron del club y establecieron allí su centro de operaciones.
Una narracion extraida de http://www.carlosmartinezrenedo.com/amigos/padreperu.htm, es la que mejor describe el Club Liberal, caso contrario; mire usted las fotos: "A las doce de la mañana nos encontrábamos en un antiguo club social de Paita, el Liberal, que nos encantó por su autenticidad. El edificio colonial se caía de viejo. Los muebles raídos, los cuadros y espejos del destartalado salón se encontraban en un estado calamitoso, pero se evidenciaba un elegante estilo “ Art Decó”. La escalera de acceso, amplia, con un pasamanos abalaustrado, indicaba la dignidad que en algún tiempo debió tener aquella sociedad. Los servicios higiénicos eran como del siglo pasado. Las griferías habían perdido todo cromado y dejaban ver un latón rancio, pulido de tantas friegas. Sin embargo aquel calamitoso local tenía una terraza sobre el puerto que era una auténtica maravilla. La terraza estaba cubierta, dejando abiertos el frontal y los laterales, pero éstos últimos cerrados parcialmente por una especie de cañizo vertical que daba sombra y dejaba pasar el aire. En el techo funcionaban esos típicos ventiladores de aspas vegetales que aportaban al local un ambiente tropical, pero a la vez fresco y reparador. Un camarero añoso y diminuto, ataviado con una chaquetilla blanca muy profesional, a la vez que nos servía unas fresquísimas cervezas, nos hablaba de lo que, en tiempos, había sido aquél club. Nos habló de las fiestas de fin de año, de los trajes blancos de lino y algodón, del pisco y el ron que corrían generosamente y también nos habló, con cierta voluptuosidad, de las mujeres altas, morenas y espléndidas de aquellos magnates venidos de toda América. De sus vestidos con volantes y de sus faldas de vuelo, de sus chales de seda y de sus magníficas espaldas. Entonces se bailaba mambo y merengue hasta el amanecer y se desayunaba en la playa pescado frito y mariscos variados. Yo escuchaba absorto y me sentía transportado a una novela de John Le Carré. El Liberal de Paita fue un hito en nuestro viaje. Allí nos encontramos muy bien y el camarero fue retribuido en proporción al encanto de sus narraciones. Aquella hora nos supo a gloria."
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