SONS OF OUR LAND


Despues de efectuar la busqueda en internet sobre, el autor de esculturas en fibra de vidrio de indigenas de la selva amazonica de Perú, Brasil, Colombia y Bolivia, se llega a determinar que el autor de dicho trabajo es el escultor peruano de origen sueco Felipe Lettersten.

Mucho se ha escrito sobre este artista, a continuación "El defensor de la Omagua" publicado por Alfonsina Barionuevo, el 30 de junio de 2009.

Del 87 al 90, el joven artista visitó innumerables poblaciones navegando en la "Inka Pachakuteq". En una entrevista declaró que su sonrisa y su hospitalidad fueron un puente que cruzó para encontrarse con gente maravillosa que lo cautivaron con su sencillez, su bondad y su confianza.

Felipe Lettersten, un limeño nieto de vikingos, exaltó en su obra, durante varios años, a las naciones de la selva. "¡Son seres vivos!" escribió el maestro Juan Manuel Ugarte Eléspuru. "Están ahí palpitantes, reales, trasponiendo la muda materialidad del yeso fascinado, con imágenes elocuentes, modeladas por una mano inspirada."

A través de sus esculturas el joven artista nos comunicó con gente que sobrevive en el corazón hermético de la manigua amazónica, a las que aprendió a querer.

En tres años, de 1987 a 1990, el joven artista visitó innumerables poblaciones navegando en su nave, la "Inka Pachakuteq" e internándose por trochas, entre una vegetación densa, para llegar a su corazón palpitante. "El olvido en que viven -decía- podría justificarse por la distancia, valla que los separa y también los protege. Más no cuando ese olvido arranca de la indiferencia ante su suerte y cuando su contacto con los grupos "civilizados" representa su destrucción."

La pasión que puso en su arte, acrecentada con lo que significaban para él "Los Hijos de la Tierra," más su grito de protesta que debía pasar del yeso al bronce para ser eterno, más sus sueños de justicia para ellos, más su preocupación por su destino, convirtieron a Lettersten en el gonfalero de una conciencia a su favor que un día irá a cobrar alas.

El fuego que salía en llamaradas de sus manos creadoras se alimentaba con su sensibilidad y su temperamento. Su entrega era total, conmovedora, porque no se rendía a la indeferencia de la gente que prostituye o deja morir a quienes son auténticos portadores de cultura en América. Estaba en la lid con su brazo armado de coraje por las milenarias naciones que, ante tanto amor y tanto esfuerzo integraron su ancestro nórdico a su existencia.

En una entrevista declaró que su sonrisa y su hospitalidad fueron un puente que cruzó para encontrarse con gente maravillosa que lo cautivaron con su sencillez, su bondad y su confianza, comprometiéndolo a futuro -porque no hablaban el mismo idioma- a su defensa frente a la intrusión de los bárbaros del siglo XX y ahora el XXI que no dejan una hoja por donde pasan.

Su sinceridad conquistó a los habitantes de diferentes naciones para dejarse sacar copias directamente de su cuerpo. Uso la mímica como medio de comunicación pero lo que más le sirvió fue el respeto que percibieron en su actitud. Todos comprendieron su deseo de rendir homenaje a las culturas amazónicas a través de su trabajo, después de ver fotografías de sus esculturas.

La colección de Felipe, el solitario luchador de la rupa rupa y la omagua, es impresionante. Esperaba encontrar un mecenas para vaciarlas del yeso al bronce pero no se pudo. En ese momento los miraña de río Amazonas, en Brasil, eran sólo diez. Ahora, sin duda, no queda ninguno. "Yo nunca permitiría que se abran carreteras al Brasil, dijo entonces, porque sus gobernantes creen que progreso es quemar, prender la selva para poner pastos y criar vacas, cuya carne se exportaría a los Estados Unidos para preparar hamburguesas."

"Esta mujer, explicó señalando una de sus obras, es dominicana, del Caribe, de un pueblo que fue el primero en ser masacrado en 1492. Su gente salió al alcance de Colón llevando en sus canoas fruta y otros regalos. En agradecimiento, después de tomar posesión de sus tierras, en nombre de España, fueron pasados por las armas cuando defendieron a sus mujeres del ataque de los tripulantes de la "Santa María".

El niño que aparece en la foto es un ikito. La gente que poblaba lo que ahora es Iquitos, que conserva su nombre, fueron desplazados por los caucheros. Ellos se apoderaron de sus tierras, les contagiaron su lepra y los echaron. Al cabo se fueron hasta la desembocadura del Alto Nanay. Sólo quedaban veinticuatro cuando Lettersten los conoció. El abuelo, con mucha gentileza, accedió a reconstruir su antiguo atuendo para que lo tomara.

La rubia cabellera en rizos al viento, brillante, de ojos azules, en cuyo fondo pasan lejanísimas embarcaciones vikingas, en una bruma de siglos, muestra la energía, el coraje y la pasión de un hombre de dos mundos. A veces, juez, cuando habla; a veces, parte, con un fuego que sale de sus entrañas, a torrentes, por sus dedos, con una sensibilidad impresionante. Su entrega a esta causa es íntegra, hipotecando su futuro, quizá por nada, quizá por mucho.

Actualmnente ha pasado a ser una leyenda. Ojalá hubiera vaciado sobre su cabeza y su cuerpo el yeso preservador para quedar allí. Felizmente su vigorosa protesta siempre estará vigente. "A raíz del descubrimiento de América y la invasión de sus tierras murieron alrededor de setenta millones. Es el saldo del quinto centenario. En cinco siglos las antiguas tradiciones de estos pueblos han sido ignoradas. Su imagen ha sido alterada. Su realidad, desfigurada. Sus aportes al arte, la ciencia y la cultura, menospreciadas. La civilización frente a ellos no tiene de qué vanagloriarse. Es responsable del deterioro ecológico de nuestro planeta, mientras ellos saben aprovechar sabiamente sus recursos, sin depredarlos."


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