En la ruta hacia el norte, por el callejon de Huaylas, se pasa por lugares donde se encontraban las ciudades destruidas por el terremoto y aluvion del 31 de mayo de 1970.
La visión es sobrecogedora. Miles de toneladas de rocas y tierra cubren totalmente las casas, edificios y templos de las que fueran las pintorescas y apacibles ciudades de Ranrahirca y Yungay, donde yacen sepultados sus casi 25 mil moradores.
Hacia el oeste, al fondo de la cumbre de la colina donde se encuentra el cementerio, una gran escultura de Cristo aparece con los brazos extendidos en patético gesto de piedad. Hacia el este, asoma formidable y amenazadora la cumbre nevada del Huascarán, desde cuya mole se desprendieron con el terremoto toneladas de rocas y de nieve que causaron la tragedia.
© Copyright 2005 Gualberto Valderrama C.