El templo de la Compañía y sus claustros adyacentes constituyen, el monumento más representativo de la Escuela Arequipeña, la que ejerció su influencia no sólo en las iglesias que se edificaron en los alrededores de la ciudad, como las de Cayma, Yanahuara, Paucarpata y Characato, sino que se extendió por toda la región sur andina hasta Potosí, en la actual Bolivia, dejando verdaderas joyas arquitectónicas como la catedral de Puno, Santa Cruz de Juli, Santiago de Pomata, San Pedro de Zepita y San Jerónimo de Asillo.
En opinión del historiador español Bernales Ballesteros, es en la portada de la Compañía de Arequipa donde nace el arte genuinamente mestizo, y donde culmina armónicamente el proceso de transculturización hispano-americana. El esquema general procede de la península, evidentemente, pero es nativa la forma de tallar la piedra, la sensibilidad un tanto plana del relieve y los motivos empleados en la decoración.
Los planos originales de este magnífico templo fueron confeccionados por Gaspar Báez. Lamentablemente, la obra por él iniciada en 1578 se derrumbó en el terremoto de 1582. Ocho años más tarde el jesuita Diego Felipe inició la segunda construcción del templo, siguiendo los planos de Gaspar Báez. Según el Dr. Alejandro Málaga, existen evidencias de una tercera edificación iniciada alrededor de 1650 y concluidas en 1667, pero fueron dañadas por el terremoto de 1687. Los trabajos de reconstrucción y restauración se concluyeron en 1698. El terremoto de 1868 derribó la torre; el nuevo campanario , hecho según diseño diferente, fue derribado en el sismo de 1960.
FACHADA PRINCIPAL
Consta de dos pisos o cuerpos. El piso inferior posee tres calles entre dobles columnas. La calle central se continúa en el piso superior, también entre dobles columnas, y remata en un frontispicio trilobulado. En la calle central del primer piso se encuentra la solemne puerta principal, de madera de cedro y adornada con grandes clavos de la época. Sobre la puerta, en el segundo piso hay una bella hornacina que sirve de ventana. Una concha avenerada y unas rosetas ornamentan la hornacina, bajo la cual se proyecta una notable ménsula o repisa que en otros tiempos sostenía una gran cruz de piedra, en opinión del P. José Luis Maldonado. El frontispicio superior alberga otra pequeña hornacina, delante de la cual, y sobre su respectiva ménsula destaca una escultura de sillar de San Miguel Arcángel.
Volvamos al piso inferior. El friso lleva un pámpano o sarmiento con rosetas geométricas y unos medallones. Los cuatro pares de columnas descansan sobre un pedestal de piedra corrido y con tallados geométricos; cada columna está decorada en su tercio inferior por molduras en zigzag, y culminan en capiteles corintios con columnas de acanto.
Los intercolumnios, es decir, las calles laterales, están decoradas con relieves de querubines y unos escudos con las palabras EL AÑO y DE 1698.
Sobre las dobles columnas exteriores de este primer piso, encima del entablamiento, podemos ver unos trozos de frontones curvos y prominentes, y sobre ellos, unos bellos pináculos, ligeramente desviados. En el segundo piso se repite el juego decorativo, en las dobles columnas y en el entablamiento que éstas sostienen; con la diferencia de las molduras en las columnas, que son en espiral. En el friso se hallan esculpidos los anagramas de María y José, a los costados, y de Jesús al centro. A ambos lados de la hornacina destacan sendas águilas bicéfalas, insignia de los Habsburgos bajo cuyo reinado se edificó la iglesia.
Al contemplar la perspectiva general de la fachada, lo más sorprendente es la profusa decoración que ella nos ofrece. Todos los espacios han sido rellenados por diversos temas decorativos en bajo relieve, formando un frondoso tapiz que se desborda por los lados en bello contraste con el fondo liso del muro que le sirve de pantalla, se debe destacar la habilidad para entrelazar armónicamente elementos decorativos peninsulares, como las lacerías mudéjares, o motivos churriguerescos, como racimos de uvas, rosetas o granadas, ángeles y querubines, veneras compostelanas y mascarones renacentistas, con elementos incaicos y preincaicos que reproducen máscaras nazquenses, o ese curioso gato-tigre con cuerpo de miriápodo, propio de la mitología altiplánica. No faltan, naturalmente, representaciones de la flora local, como choclos y cantutas.
Observemos ahora esa bella portada lateral, situada a la derecha de la fachada principal. Hoy se halla clausurada, pero en otros tiempos servía para comunicarse con los claustros del Colegio. A un costado puede verse aún sobre el muro una serie de inscripciones con pintura roja, casi borradas por acción del tiempo, que recuerdan las graduaciones de los estudiantes del Colegio de Santiago, que funcionó hasta 1767.
FACHADA LATERAL.
Esta fachada fue diseñada y construida por el maestro Simón de Barrientos en 1654. Está considerada como una de las más antiguas muestras del arte mestizo arequipeño, pues señala puntos de partida para el complicado tapiz de la fachada principal. En su originalidad, presenta reminiscencias de estilos anteriores, de principios de siglo.
Un frontón muy abierto y elevado sobre el arco de medio punto de la puerta, alberga bajo una gran concha de venera (símbolo del santuario de Santiago Apóstol de Compostela), el bajo relieve del Apóstol Santiago, a quien el templo está dedicado. El Apóstol aparece en actitud guerrera, montando a caballo y con sable en alto, decapitando moros, cuyas cabezas, junto con el emblema de la Media Luna se ven pisoteados por las patas del caballo. Las crines del animal se desenvuelven de manera original en grandes espirales. En la parte inferior del frontón hay una ménsula labrada, sostenida por dos sirenas con alas de ángel.
Las columnas con capiteles corintios están decoradas en su parte inferior con molduras en zigzag, motivo que se repite en las columnas del primer piso de la fachada principal. Sobre los capiteles hay unos frisos que representan al León de San Marcos y al Toro de San Lucas. Sobre las cornisas del entablemiento, sendos pináculos producen un equilibrio armónico. En los intercolumnios podemos ver una pequeña repisa al pie de unos escudos con el monograma de Jesús (IHS) y un sencillo tema decorativo. Son también de mencionar los casetones que adornan las jambas y el arco de la puerta, elementos decorativos más frecuentes a comienzos del siglo XVII que en la época en que se edificó la iglesia, cuando ya el barroco había sentado sus reales en el estilo arquitectónico.
INTERIORES
La distribución interna de la iglesia corresponde a la planta basilical jesuítica, con una nave principal centro y dos menores a los lados, cúpula de media naranja en el crucero, bóvedas de cañón, santuario, sacristía y coro alto.
Una serie de semi columnas jónicas adosadas a gruesas pilastras separan los arcos y sostienen un sólido entablamiento, con alquitrabe, frisos y cornisas. Sobre las cornisas, contrastando con la blancura del sillar de los muros y bóvedas, una roja balaustrada circula por todo el contorno interior del templo. Antiguamente todas las superficies interiores estaban recubiertas de policromías como todavía puede admirarse en la sacristía antigua o capilla de San Ignacio; ahora luce el sillar a cara vista.
El retablo del altar mayor es una magnífica composición del más puro estilo barroco churigueresco. Es obra del maestro entallador Juan de Salas, quien utilizó para su realización 447 piezas de cedro y roble, 21 alisos y algunos palos de sauce y lloque. Sobre la maravilla del tallado en madera hay una cobertura generosa de pan de oro, que a los rayos del sol emite destellos de fuego. El sagrario, de pura plata repujada, es obra del maestro cuzqueño Pedro Gutiérrez.
En la nave derecha hay otro hermoso retablo, también tallado en madera sobredorada. Se le llama “el Retablo de los Fundadores”, pues en él hay imágenes de varios fundadores de órdenes religiosas.
Muy cerca de ese retablo se halla el púlpito, hermosa obra tallada en madera y bañada en pan de oro.
Cerca de la entrada, en la misma nave derecha, se halla la imagen del Justo Juez, hermosa talla restaurada recientemente: es la imagen que cada Martes Santo recorre en procesión las calles de Arequipa. Su retablo es de reciente confección.
CAPILLA DE SAN IGNACIO
La antigua sacristía de la iglesia, hoy conocida como Capilla de San Ignacio, es una hermosa muestra del arte decoratorio arequipeño. Impresiona el extraordinario colorido de sus paredes y cúpula, cuya viveza e intensidad se mantiene a través de los siglos, con apenas ligeros retoques.
El frondoso decorado reproduce un ambiente tropical, con extensas enredaderas de flores exóticas que alternan con frutos y pájaros legendarios de vívidos colores. Es indudable que la constante relación de los jesuitas de Arequipa con las misiones en las selvas tropicales fue el factor determinante para esta clase de ornamentación.
La cúpula es de media naranja, con un tragaluz en la cúspide: Sobre la cornisa en la que se sustenta se pueden ver 8 imágenes de santos con sus respectivas reliquias.
LOS CLAUSTROS
Entre todos los claustros conventuales levantados en la Arequipa colonial sobresalen notablemente los de la Compañía, no sólo por su rica ornamentación, sino también por su grandiosidad y originalidad. “La frondosa decoración parece hablarnos de la imaginación inagotable de su autor y del deseo de no copiar nada de lo conocido. Pocas veces es dable contemplar algo más original y más bello”, dice el arquitecto Harth-terré.
La construcción de estos claustros se inició en 1677 bajo la dirección de Lorenzo de Pantigoso, alarife tan afamado que fue designado “Obrero Mayor para la reconstrucción de la ciudad”, después del terremoto de 1687, según ha investigado Alejandro Málaga Medina.
Un ejército de peones, entre negros, indios y españoles, trabajaba y modelaba el sillar acarreado desde las canteras de Chilina. La fecha de la terminación de las obras, 1738, figuraba en el arco de la entrada hasta 1973, cuando fue removido para dar paso a las obras de ampliación de los claustros, por decisión del Arq. Luis Felipe Calle.
En estos ambientes funcionó el célebre Colegio de Santiago, al igual que el Juniorado de los jesuitas, aunque no por mucho tiempo. Al ser expulsada la Compañía de Jesús en 1767, los Claustros, al igual que sus demás propiedades, pasaron a la administración de los padres oratorianos de San Felipe Neri.
En 1788, a solicitud del Obispo Chávez de la Rosa, parte de los Claustros se designó para Hospicio de niños huérfanos y expósitos. Al crearse la Beneficencia Pública de Arequipa en 1848, esta institución se hizo cargo del hospicio y para ello introdujo reformas en los Claustros.
En 1921 la Beneficencia acordó construir un local más apto para el Orfanatorio en la Avda. Goyeneche; para el efecto, los Claustros fueron divididos en ocho lotes y vendidos en pública subasta. Los nuevos propietarios modificaron profundamente el hermoso recinto, parte del cual estaba ruinoso, y otra parte convertido en precarias viviendas. Por fin, en 1971, el Banco Central Hipotecario adquirió los antiguos claustros y emprendió una profunda y completa restauración, cuyo resultado podemos apreciar hoy en día.
Todo el conjunto consta de un Claustro Mayor, un Claustro Menor y un patio. Adosados a la iglesia e integrados a ella arquitectónicamente, los claustros muestran hoy su antiguo esplendor y el carácter imponente de sus 40 ambientes. El Claustro Mayor es de una sola planta, con arcos de medio pinto sobre pesadas pilastras integralmente decoradas en sus cuatro caras. Cada tablero exhibe idénticos relieves, de tres gruesos racimos de uvas, papayas, conchas, rosas, cantutas y hojas de parra desprendidas de macetones, así como alados querubines, elementos todos circunscritos por dos tallos que se entrecruzan varias veces. En cada clave se repite la misma roseta simétrica, y en cada enjuta un medallón con los monogramas latinos de Jesús, María y José; además querubines y dos pequeñas figuras de San Ignacio y San Francisco Javier.
A la altura de un delgado arquitrabe, hay unas gárgolas para el desagüe de las lluvias, en forma de puma estilizado. El friso tiene rosetas cuadrifolias, y todo ello remata en un amplia cornisa estilizada.
En el centro del patio luce una pileta de tres cuerpos con motivos fito y zoomorfos, traída de Lima.
El Claustro Menor es más sencillo en su ornamentación, y sigue el esquema general de todos los claustros conventuales en Arequipa, a excepción del de la Recoleta. En la actualidad los ambientes de estos claustros están ocupados por tiendas, establecimientos comerciales y entidades afines al turismo.
Fuente: http://moleskinearquitectonico.blogspot.com/2010/08/iglesia-de-la-compania-arequipa.html
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