En cuanto a la tala de mangle, los responsables han sido principalmente los empresarios langostineros, quienes ejercieron su mayor impacto en la década de los años 1980. La tala tenía por objeto hacer estanques de crianza que estuvieran cercanos a la fuente segura de agua: los esteros. Los agricultores, sobre todo arroceros, han tenido también su parte de culpa en este proceso, al expandir las zonas arroceras hacia los manglares a través de una tala imperceptible que avanza metro a metro a fuerza de machete.
Además de la tala, uno de los efectos más dañinos en el ecosistema del manglar, así como en el mar frente a las costas de Tumbes, es la exterminación sistemática de alevines y larvas de especies marinas, lo que ocasiona un progresivo empobrecimiento del medio acuático. Esto ha sido causado, en parte, por la intensa extracción de larvas de langostino, demandadas por los langostineros y extraídas por personas conocidas como larveros.
Los larveros utilizan un aparejo llamado "avión", hecho de una red de agujeros muy pequeños y color carmesí. Cuando alcanzan un tamaño considerable, las larvas de langostino nacidas mar adentro se acercan instintivamente a la costa en busca de los esteros. Allí pasarán unos treinta días, fortaleciéndose en sus aguas ricas en nutrientes y a salvo de depredadores. Es entonces que los larveros, caminando con el agua a la cintura, jalan sus aviones incansablemente durante el día por las playas tumbesinas, pero no pueden evitar atrapar también alevines y larvas de muchas especies marinas, las que acaban esparcidas sobre la arena una vez concluida la clasificación de la captura. El resultado es la depredación indiscrimada de infinidad de especies y un mar más pobre para las generaciones venideras.
Además de lo ya mencionado, resta decir que el número de personas que dependen de este ecosistema para mantener a sus familias, ya sea pescando o extrayendo langostinos o conchas negras o cangrejos, se ha incrementado. Los extractores penetran cada vez hasta las zonas más profundas del manglar en busca de moluscos y crustáceos, colocan más redes cruzando los esteros, extraen conchas más pequeñas y róbalos más tiernos.
El escenario aparecía desalentador, hasta que hace algunos años las cosas empezaron a cambiar... y para bien. La transformación ocurrió en la dirección correcta, pero no por que los langostineros o los larveros tomaran plena conciencia del daño que estaban infringiendo a los manglares. Fueron circunstancias propias de su medio las que hicieron que el manglar dejara de retroceder. La regulación mágica de la naturaleza empezaba a tener lugar.
A comienzos de los años 1990, los langostineros empezaron a notar que los terrenos arrebatados a los manglares no eran buenos para la crianza de langostinos. Su alto contenmido de hierro ocasionaba bajos rendimientos. Poco a poco, una parte importante del área originalmente talada empezó a ser abandonada. El mangle tenía el camino abierto a la recuperación. La naturaleza se encargó del resto. El flujo y reflujo de las mareas hizo llegar sus semillas flotantes hasta las tierras abandonadas. La reconquista de sus antiguos dominios había empezado.
De mucha ayuda fue el fenómeno El Niño de 1998, que abrió el paso a las aguas destruyendo los muros de contención hechos por el hombre. Ello, junto a una nueva legislación que prohibía la tala de mangle, aunque éste haya crecido en zonas supuestamente dedicadas a la industria langostinera, contribuyó a su recuperación. Se hizo cada vez más común que organizaciones ambientalistas, en coordinación con empresas langostineras, comenzaran a hacer campañas de reforestación. Algunas inlcuso decidieron emprender tareas de forestación, es decir, sembrar mangle ahí donde antes no había.
Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Recuperaci%C3%B3n_de_los_manglares_de_Tumbes
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